Cuando Evola y Eliade quisieron “hacer frente” espiritual

Aquella entre Julius Evola y Mircea Eliade fue, como escribió hace muchos años Philippe Baillet, “una amistad mutilada”, o mejor fue una relación difícil: Es este el título de un ensayo escrito por Liviu Bordas, del Instituto de estudios del sudeste europeo de la Academia rumana de Bucarest, publicado en el nuevo número de Nuova Storia Contemporanea.

Un estudio rico en análisis e interrogaciones sobre el encuentro entre dos grandes estudiosos, basado en el hallazgo de 8 cartas inéditas del periodo 1952-1962 del italiano al rumano, descubiertas por Bordas entre los papeles de Mircea Eliade custodiados por la Universidad de Chicago, y que se unen a las 16 publicadas hace poco tiempo por la casa editorial Controcorrente (Julius Evola, Lettere a Mircea Eliade, 1930-1954).

Las relaciones entre Evola y Eliade fueron sobre todo epistolares y seguramente comprendieron muchas más misivas que aquellas de las hoy localizadas: en la inmediata posguerra, Evola buscó retomar los contactos con sus mayores conocimientos culturales, escribiéndoles desde que se encontraba en el hospital, en 1948-1949: a Carl Schmitt, René Guénon, Gottfried Benn, Ernst Jünger y diversas personalidades entre las cuales, se apunta Eliade. El fin ideal no era solo reanudar contactos personales, sino intentar reconstruir una especie de frente espiritual ante la nueva situación publicando en Italia la traducción de algunas de las obras de sus antiguos contactos. No todos comprendieron sus intenciones.

En el epistolario con Eliade, por ejemplo, el problema que se plantea en aquellos primeros años cincuenta, en los que Evola se entregó mucho a la publicación de los más importantes libros del estudioso rumano, como documentan las nuevas y viejas cartas, fue todo aquello que podía ser influencia de los autores “tradicionalistas” sobre escritos científicos y divulgativos de Mircea Eliade y el hecho de que estos no se citasen casi nunca ciertas fuentes suyas que en la “Academia” podían levantar sospechas. Eran años turbulentos y también peligrosos para quien había estado en el frente de los derrotados y no le gustaba que le recordasen su cercanía, antes de la guerra, a la Guardia de Hierro de Codreanu. Es un hecho que, a pesar de que Evola presta una ayuda concreta en la publicación de los libros de Eliade, después de la salida de su autobiografía Il cammino del Cinabro (1963), donde eran recordados ciertos precedentes “políticos” de Eliade. Esta suspensión de contactos, como revela Bordas, que ha examinado los diarios inéditos del historiador de las religiones rumano, confesó en sus notas que le hizo estar muy amargado.

En suma, la relación entre ambos fue hacia delante siempre con altibajos, comprensiones e incompresiones, que tenían raíces culturales y psicológicas, como bien documenta Bordas. Quien ha hecho un buen trabajo de exégesis liberado de prejuicios “políticos” que con los años parecen acentuarse sea para Evola, sea para Eliade. El último ejemplo es un recientísimo artículo de Claudio Magris, en el cual el autor, elogiando al escritor rumano Norman Manea, afirma que Eliade es “el principal representante” de aquella “grande, y a menudo, desaliñada cultura rumana que ha indagado genialmente y a veces mixtificado y falseado el universo del mito, despreciando las ideologías (aquellas liberales y democráticas) en el nombre de la inefable verdad de lo oculto”. Palabras que reflejan un conocimiento de segunda y tercera mano, sorprendentemente en una personalidad como Magris, el cual confunde “oculto” con “esoterismo”.

Eliade estuvo siempre en contra de lo oculto (también Evola y Guénon lo estuvieron) y, como demuestra el ensayo de Bordas, elaboró estudios “científicos” donde también se interesaba por autores “tradicionalistas”.

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Extracto de Il Giornale del 21 de mayo del 2012.

Traducción del italiano Ángel Fernández.

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Giornalista, vicedirettore della cultura per il giornale radio RAI, saggista ed esperto di letteratura fantastica, curatore di libri, collane editoriali, riviste, case editrici. E' stato per molti anni presidente, e successivamente segretario, della Fondazione Julius Evola.

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