Actualidad de Evola

evola-el-hombreEste año (1968) Julius Evola celebrará su setenta aniversario. Una fecha que nadie recordará, que pasará desapercibida, sin celebraciones, sin que la prensa se haga eco de ella, sin despertar la menor resonancia en el pequeño mundo de la cultura. Esto podría parecer singular si pensamos que Evola cuenta en su activo con veinticinco obras, muchas de las cuales han sido objeto de varias reediciones y de traducciones al alemán, francés e inglés -por no hablar de sus propias traducciones, ensayos y artículos en diversas revistas, todos centrados sobre los problemas tratados en sus obras maestras.

Pero, a decir verdad, ¿quien iba a acordarse de un autor tan embarazoso, tan aislado y tan difícilmente etiquetable y cataloga­ble, extraño a todas las cliqués, las mafias y las academias a las que se reduce desde hace lustros la cultura italiana? Desde luego los intelectuales no, esos incorregibles ignorantes que razonan por casilleros y para los que Evola no encaja en ninguna de sus casillas.

Tampoco para los universitarios, esos profesionales de una especializa­ción cada día más miope, esa casta arrogante y celosa de su técnica, especie de avatar de aquella de los embalsamadores de momias del Antiguo Egipto. Tampoco la derecha, esa derecha a la cual Evola ha suministrado en el curso de su existencia una incomparable panoplia de argumentos, de sugestiones de las que nada ha aprendido y que ha hecho de la nulidad y de la inercia su bandera.

Ahora bien, la tragedia de la obra de Evola -si se puede utilizar una palabra que nada gustaba a la naturaleza liberada del autor- es, que ha tenido como público un medio humano sordo, insensible a sus deberes más nobles y a sus aspiraciones más vitales. Esto explica sin duda que los libros de Evola hayan tenido una mayor resonancia en Alemania -donde existía una derecha digna de ese nombre con asientos sólidos, no solo políticos sino también culturales- de la que tuvieron en Italia, donde tras la fachada del fascismo, continuaba circulando una cultura de tipo liberal-democrático cuando no abiertamente cripto-marxista. La “cultura fascista” permanecía bajo el barniz de los ditirámbicos homenajes al Duce, al Régimen y al Imperio, como una mezcla de socialismo “patriótico”, de liberalismo “nacional” y de catolicismo “italiano”. Desaparecida la identidad Italia/Fascismo y reducida a la nada en 1943 la idea tradicional de patria, los socialistas “patrióticos” se convirtieron en social-comunis­tas, los liberales “nacionales”, en liberales de todo pelaje, y los católicos “italianos” en demócratacristianos.

metafisica-de-la-guerraDe hecho la notoriedad de un autor está unida a circunstancias y a un clima cultural más o menos propicio. Es así como los mediocres y la gente sin envergadura llegan a pasar como los representantes de una época dada, mientras que los autores impor­tantes pueden permanecer desconocidos durante largos años. Ese fue el caso de Schopenhauer, ignorado durante mas de cuarenta años en una atmósfera saturada de idealismo hegeliano; de Gobineau, que encuentra sus primeros lectores en Alemania tras su muerte; de Nietzsche que vivió en la más completa obscuridad bajo el techo de plomo del positivismo alemán.

En Italia, la ausencia de una verdadera consciencia ideológica de Derecha ha hecho de Evola un aislado, un hombre cuyos libros circulan y se venden, a juzgar por sus numerosas reediciones, pero cuya voz no encuentra eco en ningún periódico, universidad, ni partido.

A excepción de las nuevas generaciones, este es el hecho nuevo: de unos años a esta parte, mientras las viejas barbas repetían fatigosamente las fórmulas cojeantes de un “cualunquismo” pa­triotero, conformista y catolizante, la juventud nacional lee a Evola. Partiendo de la idea de Nación, es a través del mito gibelino como se ha abierto a la idea de Imperio y de Europa. Mas allá de un nacionalismo vago, Los hombres y las ruinas les da una verdadera conciencia política conservadora-revolucionaria; mas allá del crepúsculo del cristianismo ha proyectado su fe en ese realismo metafísico cuyo esplendor helado centellea en las pági­nas de un libro como Cabalgar el tigre.

En realidad, cada idea, cada autor, tiene su hora. Las minorías, que son la punta de lanza de las fuerzas nacionales, sienten que después de muchos años ha llegado la hora en que la Derecha salga al fin de la rutina del sentimentalismo chismoso para convertirse en Weltanschauung, visión del mundo.

La hora de las negaciones absolutas y de las afirmaciones soberanas.

La hora de Evola.

* * *

Introducción de: Adriano Romualdi, Julius Evola: El hombre y la obra, Ediciones Sieghels, 2010.

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