Mi intervención pretende ser una introducción general a la obra de Evola, una especie de encuadre que permita por un lado expresar lo básico de este fundamental autor a quienes se acerquen a él por primera vez; y para los demás, que sea una especie de guión para poder seguir con mayor facilidad cada una de las conferencias sucesivas que tratarán a Evola y a determinados aspecto de su obra con una mayor profundidad.
Antes de nada puntualizar que todo lo que yo voy a decir está mucho mejor expresado por otro autor al debemos reconocer como referencia obligada y que conoció muy bien a Evola, estamos hablando de Adriano Romualdi y su libro Julius Evola, el hombre y la obra que sorprendentemente se ha reeditado por tercera vez. Mi advertencia inicial es la de proclamar que Evola ha sido un autor mal leído y mal interpretado en España, fundamentalmente en dos aspectos:
A)- Su mal entendido “racismo del espíritu”.
B)- Su lectura como argumento para “la retirada del mundo decadente” en busca de imaginarias purezas interiores. Incluso se le ha acusado de mito incapacitante, nada de eso dice Evola, y –lo cierto– es que simplemente nos encontramos con incapaces que pretenden mitificar su ineptitud, no es culpa de Evola.
Evola es la figura más importante del pensamiento italiano por lo menos desde Dante y Maquiavelo, autores a los que él mismo admiraba.
Al primero se refiere en uno de sus artículos publicados en la revistas Crítica Fascista (1934-1943) en un comentario al libro de Theodor Blahut titulado Staat und Führung in Faschismus (Berlín 1940) comentaba que el autor reivindica a Maquiavelo como un precursor del fascismo. Dándole Evola la razón y afirmando que frecuentemente se tiene una idea parcial y reducida de Maquiavelo: la de que el fin justifica los medios, y su realismo político a ultranza. El amoralismo de Maquiavelo lo es sólo desde el punto de vista de la moral burguesa. En realidad en la potencia de crear y dirigir Estados se manifiesta, según el pensador renacentista, algo de supreindividualidad. Quien tiene tal potencia, quien es capaz de encarnarla, está –por eso mismo- más allá de las normas éticas de la sociedad burguesa, pero sólo si al ejercer esa dirección política lo hace obedeciendo a leyes de un Orden más elevado, al sentirse, él mismo, como un instrumento del Destino, en cuyo actuar no puede detenerse a considerar sentimentalismos humanos. Aún más importante es el hecho, de que en Maquiavelo se manifiesta la idea fascista de la prioridad del Estado. El Estado aparece aquí como un elemento primario, como la fuerza indispensable para la vida de un pueblo, en estrecha relación con un jefe, al que él se refiere como Príncipe.
Y admira a Dante como escritor de la antigua tradición hiperbórea heredera del ciclo caballeresco, como nos lo explica en su libro El Misterio del Grial, como miembro de los secretísimos Fieles de Amor, cuya Corte de Amor adopta las características de un reino o feudo inmaterial, y los “files” son personalidades individuales que se consagran a una realización suprarracional estática, sobre todo constituyendo una cadena en nombre de ella. Parece que los Fieles de Amor continuaron en Italia hasta Boccacio y Petrarca, si bien con un aspecto más humano en el que privaba el “arte” sobre el Conocimiento esotérico.
Al analizar a Evola nos encontramos con alguien que está en las antípodas del filósofo o intelectual acomodado, trasgresor hasta lo permitido, rebelde de pose, crítico de lo criticable, a los que estamos acostumbrados. Evola, usando términos del, por él admirado, tradicionalista español, Donoso Cortés, es el hombre de las afirmaciones soberanas y negaciones absolutas. De la profundidad y del rigor, del compromiso, del pensamiento convertido en acción, de la acción sublimada en heroísmo. Nada que ver con el pensiero debole en el que se acomodan las mentes y las creencias de nuestros contemporáneos.
Para sistematizar mi intervención la articularé sobre 3 ejes determinantes para la comprensión del genio transalpino:
1)- Evola como testigo de la tradición.
2)- Evola y el compromiso ideológico.
3)- Evola y la muerte.
1) EVOLA COMO TESTIGO DE LA TRADICIÓN.
En la primera mitad del siglo pasado asistimos a la aparición de una serie de autores que vienen a escribir, exponer, presentar y difundir un saber que hasta entonces permanecía en ámbitos muy restringidos, prácticamente ocultos. Este saber eterno, ha venido a llamarse Philosophia Perennis o Tradición. A esta serie de autores pertenecen Guénon (al que Evola siempre consideró su maestro), Ananda Coomaraswany, Schuon o Mircea Eliade (con quien Evola mantuvo una relación epistolar hasta su muerte). Lo realmente importante de estos personajes es que a la hora de transmitir este saber intemporal y suprapersonal son capaces de apartar sus opiniones, sus egos, sus ideas y sus ilusiones para convertirse en objetividad absoluta. En este sentido podemos afirmar que Evola consideró a su persona simplemente como un canal de transmisión de la idea tradicional.
Hay muchas definiciones de Tradición, en sustancia todas dicen lo mismo, podemos acudir a las de Guénon, a las de Schuon, a otras del mismo Evola pero, buscando alguna para leer en esta conferencia me he quedado con la que nos da Evola en una fecha bastante cercana (1971) en una artículo titulado Che cosa è la Tradizione? en la revista Il Conciliatore: “Por lo que se refiere al dominio histórico, la Tradición se relaciona con lo que podríamos llamar trascendencia inmanente. Es una idea recurrente que una fuerza de lo alto haya actuado en una u otra área o en uno u otro ciclo histórico, de tal modo que valores espirituales supraindividuales, constituyeron el eje y el supremo punto de referencia para la organización general, la formación y justificación de cada realidad y cada actividad subordinada y simplemente humana… Esta fuerza es una presencia que se transmite por quien está en el vértice de las correspondientes jerarquías, por una elite, en sus formas más originales y completas no hay separación entre el poder temporal y la autoridad espiritual, siendo la segunda, en vía de principio, el fundamento y legitimación de la primera”. Nos está haciendo referencia a las antiguas Dinastías Reales Egipcias (mal llamadas faraónicas, pues pheraón significa palacio, en griego) a la Divinidad del Emperador- Pontífice romano (tan mal entendida por el cristianismo) y a la idea gibelina de Imperio. Idea, esta última, que no opone un poder político (=emperador) a otro espiritual (=papado), sino que establece como único principio, a la vez, espiritual y político al Emperador, capaz de encarnar las energías de lo Alto para representar y establecer el orden cósmico en su creación y organización política, el Imperio. Todo esto lo encontramos magistralmente explicado en la obra evoliana El Misterio del Grial.
Como testigo de la tradición, debemos a Evola el hecho de vincular este concepto al de raza, ya Guénon nos habla de un origen único y polar de la Tradición, Evola además lo relaciona con el tipo humano ario, que en su expansión lleva la tradición a todos los lugares del mundo donde surge una civilización digna de tal nombre.
Esta definición del indoeuropeo como portador de la tradición le hizo interesarse por los orígenes y expansión de nuestra raza. Son varios los escritos que dedica al asunto. Una selección de los mejores de ellos ha sido recopilada por Alberto Lombardo y publicada por la Fundación Julius Evola con el título El misterio hiperbóreo. Escritos sobre los indoeuropeos (1934-70), ya traducida al castellano y de próxima aparición en España, gracias a ENR. Los títulos de los artículos y capítulos seleccionados en esta obra de próxima aparición, nos pueden dar una idea del contenido de la misma:
El ciclo nórdico-ario.
El misterio del Ártico prehistórico: Thule.
Raza y cultura.
Prehistoria mediterránea.
Sentido de la tesis nórdico-aria.
El equívoco latino
¿Habitaron el Polo Norte poblaciones primordiales?
Investigaciones sobre los orígenes. La migración dórica en Italia.
Júpiter, Marte, Quirino.
Religiosidad indoeuropea.
Con un postfacio de Marco Giannitrapano titulado “Protohistoria indoeuropea”.
La investigación del origen indoeuropeo no tiene para Evola sólo un valor científico, también lo tiene ideológico. Como dice Adriano Romualdi en el libro publicado en castellano por el CEI Los indoeuropeos. Orígenes y migraciones:
“La investigación de las raíces indoeuropeas de la civilización de Europa no posee un mero valor histórico o anticuario. Es la investigación de aquello que nos es afín y de aquello que nos es extraño. De lo que se ha de asumir y de lo que e ha de rechazar. Es la determinación de los criterios según los cuales no se podrán aceptar indiscriminadamente todas las corrientes culturales, sino que se efectuará una selección teniendo presente la forma espiritual de la humanidad europea. Éste es el deber cuyo cumplimiento nos exige la necesidad actual, para proporcionar un mito unitario al nacionalismo europeo de mañana, y, más allá de los confines de Europa, de toda la raza blanca.
Es el punto en el que se abran los horizontes de una nueva tradición europea, una tradición en la que tiene su lugar también una nueva perspectiva religiosa europea de raíz nórdica”.
¿Qué nos dice Evola de nuestros orígenes? Nos habla de un pueblo ario primigenio que habitaba regiones cercanas al Polo Norte (mito de Hiperbórea) y secundariamente también una región del Atlántico norte (mito de la Atlántida) desde estos dos puntos se expandiría por toda Europa, parte de Asia, y zonas del norte de África (libios rubios, primeras dinastías faraónicas) siguiendo siempre dos ejes direccionales: Norte-Sur y Oeste-Este. Dando lugar a Roma, Grecia, el mundo celta, Germania, India, Persia, etc. Este pueblo sería además de una comunidad de sangre, una comunidad de espíritu: un sentir común, una disposición interna común, una misma vocación espiritual, con una inclinación a la acción y a la meditación siempre en perspectiva solar, privada de sentimentalismo y misticismo.
Hay, especialmente en España, quien ha interpretado equivocadamente la idea evoliana de raza, llegando a decir y a escribir que Evola defendía algo así como que todos las personas “buenas” (habría que explicar qué es una persona buena) pertenecen, independientemente de su realidad biológica, a una misma raza y que esa raza es la única que Evola reconoce al llamarla raza del espíritu. Nada semejante puede pretender de una persona del rigor y la autoexigencia de Evola. Evola asume el racismo biológico (su obra El Mito de la Sangre, es una inmejorable taxonomía racial), critica su reduccionismo a la mera zoología, y lo amplia, desde una perspectiva tradicional, a una dimensión anímica (del alma) y espiritual.
Como nos dice Piero di Vona en su obra Metafísica y política de Julius Evola publicada por AR en 2000: “El racismo de Evola es también pero no sólo espiritual. Porque considerar al racismo evoliano en un sentido únicamente espiritual significa condenarlo sin remedio a la abstracción, significa reducirlo a una fórmula quimérica y vacía de contenido. El racismo evoliano es también biológico, no prescinde de los corpóreo ni lo elimina, sino lo subordina jerárquicamente al anímico y al espiritual”. También como dice Eduard Alcántara en un artículo titulado Evola y la cuestión racial aparecido en Internet: “El principal leit motive de Evola a la hora de abordar la cuestión racial, radicaba en superar muchas de las doctrinas básicamente biológicas que circulaban por Europa. Pugnaba por no reducir al hombre a su mera condición corporal y animal por no dejarlo convertido en un ser mutilado y privado de dimensión absoluta al que lo empezó a reducir el racionalismo y al que acabó por abocar el materialismo propios de las etapas crepusculares, por lo que está transitando este disolvente mundo moderno. Pugnaba por llenar la raza del cuerpo con el componente espiritual que desde sus más ignotos orígenes le fue consustancial”. Por decirlo con una frase del propio Evola: “La raza es necesaria pero no suficiente””.
Siguiendo con Evola como explicador de la Tradición, haremos referencia a su capacidad y a su interés por explicar los símbolos, también ellos guardianes y transmisores –para quienes sean capaces de entenderlos– de conocimientos suprahumanos.
En toda su obra, Evola pretende despertarnos una conciencia superior que sea capaz de traspasar la compresión racional y profana para llegar a la compresión simbólica y de la simbólica a la mítica. Conocida es su obra Símbolos de la tradición occidental, parcialmente traducida al castellano. Ahí, y en otros escritos y artículos, nos explica el simbolismo de dioses, mitos, costumbres y ritos. Pero hay en Evola una fuerte atracción personal hacia la montaña, la montaña como algo integral como realidad física (fue un gran escalador en su juventud) y metafísica, la montaña como símbolo, esta doble significación de la montaña dedica varios artículo que Renato del Ponte recopila y publica como un libro titulado Meditaciones de las cumbres. En él leemos esta significativa indicación de Evola:
“Es en la subconsciencia donde se encuentra inscrita en una realidad más vasta y que de ella recibe, no sólo la transfiguración en el sentido de calma suficiencia, simplicidad, fuerza, sino también un aflujo casi sobrenatural de energías, no susceptible de ser comprendido con los falaces determinismos de la fisiología, una indomable voluntad de seguir adelante, de empeñarse aún más, de alcanzar nuevas alturas, nuevos abismo, nuevas paredes, porque precisamente en eso se traduce la inadecuación de las acciones materiales con respecto al significado que ahora las animan, la trascendencia del impulso espiritual con respecto a las condiciones externas, a las empresas, a las visiones, a las audacias que han propiciado su despertar y que ahora constituyen la materia necesaria para la manifestación concreta de aquel mismo impulso.
Y no parece atrevido decir que éste debe haber sido también el secreto de las más grandes empresas, de las que parecen haber ido más allá de los límites de las comunes posibilidades humanas”.
Evidentemente es el doble significado de estas palabras, aplicables al impulso de escalar montañas y al impulso a la trascendencia y a la autorealización.
No hay que negar que Evola, como toda persona superior, y que ha trascendido los condicionamientos morales y los prejuicios sociales, tiene un determinado sentido del humor, tendente siempre a romper esquemas a los que a él se acercan pidiendo fórmulas mágicas. Se conoce la anécdota de que durante una entrevista sobre tradición, el entrevistador muy seriamente le preguntó a dónde podían dirigirse las personas interesadas por las ciencias ocultas, a lo que Evola le respondió: “Si se trata de chicas jóvenes, pueden venir aquí, a mi casa”. También era especialista en atenuar ánimos excesivamente encendidos, era habitual que a los jóvenes que acudían entusiasmados a hablarle de ideas, proyectos y posibilidad, les pidiese volver una vez cumplidos los 30 a ver si su disposición y entrega era la misma.
2)- EVOLA Y EL COMPROMISO IDEOLÓGICO.
La llegada al poder del fascismo y del nacionalsocialismo, así como la emergencia por todo Europa de movimientos de carácter nacional, abren para Evola la posibilidad de participar –a través de la política– en la restauración de principios y fórmulas tradicionales. Como dijo Gottfried Benn, en un prólogo a la edición de Rebelión contra el mundo moderno en la Alemania nacionalsocialista, “En el fascismo o en el nacionalsocialismo Evola ve, en la medida en que ponen de relieve sus axiomas mítico-raciales, la posibilidad de una nueva unión de los pueblos (alemán e italiano) al mundo de la Tradición, el punto de partida de una historia auténtica gracias a una nueva legitimación de las relaciones existentes entre el espíritu y el poder”.
El mismo Evola hace define la importancia del fascismo al decirnos: “La premisa es que el Fascismo en su fuerza más pura se identifica con la voluntad de Imperio; que su vocación del águila y el fascio no puede ser de orden simplemente retórico; que de todos modos tal es la condición por la que representan algo nuevo: no una revolución de risa, sino una resurrección heroica”.
Más allá de sus puntuales críticas a aspectos, que para Evola, aparecían como socializantes y masificadores, críticas no del todo justas, pues en la época de la irrupción de las masas, los regímenes de inspiración tradicional debieron necesariamente contemplar, integrar y jerarquizar esta realidad. Evola se vinculará profundamente con el fascismo, siempre intentando darle un dimensión de profundidad y trascendencia. Sus opiniones eran siempre consideradas y tenidas muy en cuenta por Mussolini, a pesar de que Evola contó con la oposición de los elementos vaticanistas del régimen, prestos a traicionar cuando la ocasión así lo aconsejara, pero también con la defensa de los mejores y más valientes exponentes de la revolución fascista, aunque no compartiesen exactamente sus puntos de vista, es el ejemplo de Farinacci, del que Evola dijo “Quien estaba con él podría estar seguro de que no sería traicionado, de que iba a ser defendido hasta el final, si su causa era justa”.
Además Evola viajó por toda Europa para conocer y conversar con líderes y dirigentes de los diversos movimientos nacionalistas europeos. De todas las personas que conoció, Evola insiste en que la que más impresión le causó fue el caudillo rumano Corneliu Codreanu jefe de la mítica Guardia de Hierro: “También físicamente Codreanu impresionaba. Alto, bien proporcionado, representaba al tipo racial “ario-romano” que también en Rumanía tiene sus ejemplares, no sin relación con la colonización romana de la Dacia pero también con las estirpes indoeuropeas de la más antigua población local. Su fisonomía y su forma de hablar deban la certeza de encontrarse frente a un hombre en el que la tortuosidad, la insinceridad y la traición hubieran sido imposibles”, nos cuenta en su famoso artículo Mi encuentro con Codreanu.
En Alemania, además dela potencialidad política y creadora del régimen nacionalsocialista, existe una organización que llama poderosamente la admiración de Evola, despertando su admiración e interés, se trata de las SS, la “Orden Negra”, en la que Evola ve el intento de recreación de una Orden espiritual alemana y europea al estilo de las antiguas órdenes de Caballería, incluso por encima de éstas, al trascender el cristianismo, para buscar sus referencias espirituales en el pasado nórdico-ario. Habla Evola: “Nosotros nos inclinamos por ver en la Orden negra, guardia de la revolución de la cruz gamada, en los hombres de la “runa de la victoria”, de la “runa-rayo” y de la gorra que simboliza la fidelidad hasta la muerte, el germen de una Orden en el sentido superior tradicional y por lo tanto de una solidaridad que podría devenir supranacional (europea): pensamos en una unidad apta para integrar núcleos probados e igualmente orientados de varias naciones (europeas), recreándose todas las grandes visiones heroicas y metafísicas de la espiritualidad aria y nórdica y constituyendo así el frente que necesitamos cuando como hoy y en el más inminente futuro, se plantea la lucha decisiva contra la marea de fuerzas oscuras ligadas a los símbolos de las varias internacionales”. Evola colaborará con Himmler y se convertirá en conferenciante e instructor para las SS, siendo requerido por el departamento interno de la SD para examinar la documentación masónica encontrada en Viena en 1944, período en el que Evola pierde la movilidad de las piernas en uno de los bombardeos terroristas americanos sobre la capital del Danubio. “Nada cambiaba, todo se reducía un impedimento puramente físico que, aparte de las molestias prácticas y ciertas limitaciones de la vida profana, me afectaba poco, mi actividad espiritual e intelectual no quedó de ninguna manera afectada o modificada” fue su heroica valoración de tal circunstancia.
La traición de Badoglio y su camarilla termina con el encarcelamiento del Duce y el abandono del aliado alemán. Sabemos que Evola escapa de Roma y que está en el cuartel general de Hitler, siendo uno de los primeros italianos en recibir a Mussolini, después de su liberación por Skorzeny.
Mussolini y los fieles fascistas crean la R.S.I. donde el fascismo acentúa sus componentes republicanos y sociales. Evola, que no comprarte necesariamente estos planteamientos, se identifica plenamente con la nueva República Social y su combate al lado del Eje. Y muy especialmente se identifica con sus jóvenes voluntarios de las Brigadas Negras, que lucharán por una causa que militarmente saben perdida de principio, sólo por limpiar el honor de Italia mancillado por tan innoble traición. Con Giovanni Preziosi, Evola hablará desde Radio Munich a los fieles fascistas en Italia.
Tras la derrota definitiva de 1945 a Evola no le hubiera sido difícil renunciar a su pasado e intentar integrarse en la “normalidad” de la Italia democrática, otros con pasado mucho más comprometido, así lo hicieron.
Pero como hombre de la tradición y hombre de Honor, su apuestas es seguir fiel en el mismo combate. La derrota del ’45 significó la ruina de Europa, pero entre esas ruinas todavía quedaban hombres dispuestos a resistir y a reconstruir, es a ello a los que Evola se dirige con sus Orientaciones, dándoles razones profundas para enfrentarse y oponerse a la nueva Italia “liberada” un estado que, en definitiva fue creado y mantenido por la acción conjunta de: traidores de baja estofa como Badoglio, criminales de Guerra como Roosevelt, famosos delincuentes comunes como Lucky Luciano, criptomafisos como Giulio Andreotti, y partisanos con manos manchadas de sangre como Sandro Pertini.
“En el sentido espiritual existe, efectivamente, algo que puede servir como orientación para nuestras fuerzas de resistencia y alzamiento: este algo es el espíritu legionario. Es la actitud de quien sabe elegir el camino más duro, de quien sabe revivir y asumir las palabras de la antigua saga: la fidelidad es más fuerte que el fuego”.
Es esta orientación de Evola la que hace posible que el combate político, no sea una lucha de poder meramente periférica, sino que se haga desde la plena asunción de una profunda Cosmovisión. Éste es el gran triunfo de Evola, y de las dos o tres generaciones de militantes italianos formados en sus ideas. Ésta es también la carencia que ha habido en España, quizás, más allá de alianzas, pactos y resultados, haya que buscar más profundamente las causas del fracaso político local de nuestro mundo.
Evola fue capaz de sintetizar, transmitir y motivar a cientos de jóvenes italianos de la llamada Destra radicale entorno a una Weltanchauung. Evola fue su mito capacitante.
3)-EVOLA Y LA MUERTE.
En su libro La doctrina del despertar, el mejor libro que existe sobre el Budismo, que viene expuesto como la gran doctrina aria de la ascesis, nos dice: ”Dado que, como se ha visto, la ascética budista no se agota en un desprendimiento, sino que se desarrolla en la penetración y en el dominio de las energías más profundas de la manifestación corpórea, la muerte de un Despertado tiene siempre carácter voluntario, al menos en el sentido de un asentimiento, de una no intervención. Se ha dicho justamente que “para morir un buda, debe querer morir, de otra forma ninguna enfermedad puede matarlo”. La verdadera muerte del príncipe Siddhartha ocurrió cuando él, en un tiempo antes de su verdadero fallecimiento, decidió conscientemente no querer seguir viviendo. “Desde entonces, él sabe y predice repetidamente la hora y el momento, el lugar y el lecho en los que su respiración se detendrá por siempre. La muerte del cuerpo se convierte así en un hecho secundario, del todo descuidable, e importa bastante poco por qué causa estará determinado”.
Tal fue su caso y su realidad personal. La mañana del que sabe su último día, pide que le vistan con su uniforme de guerra, que le abran las ventanas de su casas de Roma y que dejen entrar al aire y al sol. Ese día muere. En su testamente pide ser incinerado y que sus cenizas sean esparcidas en las cumbres del Monte Rosa.
Si Evola dio lecciones sobre cómo y por qué vivir también no las da sobre cómo morir. Nos había explicado el doble significado que tendrían los ritos de inhumación y de cremación; el primero simbolizaba un retorno a la Madre Tierra, una absorción indiferenciada por las fuerzas telúricas, en el segundo los antiguos arios veían el abandono de este mundo para ascender a la realidad uránica. Evola regresó al Olimpo desde las cumbres del Monte Rosa.
Hoy, treinta años después de su muerte, y aquí en este homenaje hispánico que hoy le rendimos, proclamamos que Evola sigue presente. Que su presencia es una exigencia de entrega, de voluntar, de capacidad, de seriedad y de victoria para los que luchamos contra este mundo actual, contra este sistema, contra este Nuevo Orden Mundial, que no es más que la plasmación puntual y concreta de las sombras del Kali-yuga. Luchamos contra él para oponerle el mundo de la verdad, de la luz, del honor, el mundo de Evola. Nuestro mundo.
Lascia un commento