Orientaciones para una nueva cultura de Derecha

OlympTorch1¿Cuáles podrían ser las tareas de una derecha cultural?

En el campo de la visión del mundo, la definición de una concepción orgánica y no mecánica, cualitativa y no cuantitativa, una Ganzheitslehre para la cual existe toda una serie de puntos de referencia desde Schelling hasta Othmar Spann. Pero también algunos filósofos del idealismo –depurados de cierta mitología historicista– pueden constituir puntos de referencia contra el neomarxismo y el neoiluminismo. Desde el Hegel de La filosofía del derecho hasta el mejor Gentile, algunos elementos pueden ser utilizados. No debe pasarse por alto la crítica de la ciencia y de la concepción matemática del cosmos, en la que está la crítica del concepto de las leyes de la naturaleza de Boutroux, ni asimismo que el élan vital de Bergson puede servir como elemento de ruptura para una concepción del universo no matemática, sino voluntarista y espiritualista.

Así, en este ámbito, existen puntos de referencia bastante numerosos. Lo importante es darse cuenta de que una visión del mundo debe ser formulada también en términos lógicos y no sólo místicos. La importancia de un Evola respecto de un Guenon estriba en que él sostiene una Teoría y una Fenomenología del Individuo Absoluto, es decir, un verdadero y propio pensamiento y de la mayor consecuencia y coherencia. En una época de racionalismo imperante, no es posible pretender hacer aceptar un “tradicionalismo” que se presenta en términos más o menos fideístas. Pero en lo que tiene relación con la verdadera y propia ciencia, es ante todo en utilizar las reservas formuladas por grandes científicos contemporáneos como Heisenberg y Weizsäcker frente al método científico como instrumento de conocimiento absoluto. Es importante darse cuenta de que la física más moderna no conoce una “materia” sino una serie de hipótesis en torno a un quid conceptualmente indefinible.

Un segundo campo es el de la antropología. Antropólogos como el americano Jensen (La hereditabilidad de la inteligencia) y el inglés Eysenck (Raza, inteligencia y educación) han analizado la desviación intelectual entre blancos y negros, dando realce a los factores hereditarios. Otro americano, Carleton S. Coon, en su obra El origen de las razas – considerado el estudio más importante sobre los orígenes del hombre después de los de Darwin– ha demostrado cómo las razas humanas no han tenido un progenitor común, sino que han superado separadamente el umbral de la hominización. Se trata de afirmaciones fundamentales que los medios de comunicación social se esfuerzan en ignorar, pero de las que la Derecha no puede desentenderse por sus consecuencias antiigualitaristas.

Al margen de la ciencia se encuentra uno de los argumentos hoy más discutidos: la ecología. Sería absurdo que la Derecha abandonase a la izquierda este tema, cuando todo el significado último de su batalla se identifica propiamente con la conservación de las diferencias y de las peculiaridades necesarias para el equilibrio espiritual del planeta, conservación de la que la protección del ambiente natural es una parte.

culturaEl de la historia es uno de los campos más violentamente batidos por la ofensiva adversaria. Demostrar que la Derecha está contra “el sentido de la historia” es uno de los medios con mayor aceptación para desacreditarla ante los ojos de una época que considera el progreso técnico como “progreso absoluto”. Antes que nada, es necesario hacer un lugar a una concepción no banalmente evolutiva de la historia. Oswald Spengler, Toynbee, Günther y Altheim pueden ofrecer las pautas de referencia. A la concepción de la historia como un “progreso mecánico” se opone una visión histórica que conoce períodos de desarrollo y períodos de evolución. En general no existe una historia de la humanidad, sino sólo una historia de las diferentes estirpes y civilizaciones, por ejemplo, una historia de Europa como devenir de las estirpes indoeuropeas a través de los ciclos prehistórico, greco-romano y medieval-moderno.

Esta concepción de una “cultura” europea es también lo que ayuda a comprender la historia más reciente. Toda la historiografía derechista, desde 1800 en adelante, está escrita en clave nacional y nacionalista. Este esquema no es metodológicamente erróneo, pero sí estrecho. Muestra sus limitaciones cuando el fascismo se asienta como movimiento europeo para la reestructuración de la civilización europea entera. Es por esto que los libros de los epígonos del nacionalismo, como Tamaro (Veinte años de historia) le dejan a uno insatisfecho por la falta de una adecuada perspectiva historiográfica.

El campo del arte merece una reseña particular. Aquí no basta la claridad de las orientaciones, sino que es  necesario integrar las tesis “justas” con la infalibilidad del gusto que confiere la nobleza artística a un sentimiento del mundo.

¿Qué es el arte de derecha? No se trata simplemente de hacer buenas novelas o poesía diversa por el contenido, sino de expresar una diferente tensión estilística. En eso residen los libros de autores “comprometidos” con la derecha, en los que difícilmente se podría encontrar esta nueva dimensión. Esta puede aflorar, por el contrario, en escritores menos militantes. Véase, por ejemplo, Sobre los acantilados de mármol de Jünger. Este autor estuvo durante un período de tiempo muy cercano al nacionalsocialismo; enseguida se diferenció asumiendo posturas críticas. Pero difícilmente podremos encontrar cualquier cosa que esté más en “la derecha” que este relato: la impersonalidad aristocrática de la narración, el estilo impecable y brillante, la ausencia de una costa de psicologismo burgués, por mínima que sea, hacen de él un modelo difícilmente olvidable. En general, estas características se encuentran en todas las mejores obras de Jünger. El contenido literario de Jünger es poco precioso. Pero un sentimiento artístico “de derecha” puede animar incluso una materia desnuda, pobre, “naturalista”. Así ocurre en las novelas del noruego Hansum, en gran parte historias de paisanos del norte: pescadores, marineros, campesinos… También en ellas, aunque sea en tono menor, hay una firme y mesurada dignidad y –al mismo tiempo– un elemento mítico en las tribulaciones de estas almas simples que luchan contra el destino en la atmósfera magnética del paisaje boreal.

Debemos limitarnos a un par de ejemplos, los primeros que nos vienen a la mente. Pero cada uno puede comprender aquello que habíamos querido decir, e integrar estas alusiones con su sensibilidad y sus conocimientos.

Estas reflexiones valen para todas las artes: el contenido pasa a una segunda línea ante la forma. Véase, por ejemplo, la desenvoltura con que el Fascismo se apropia de la arquitectura moderna para expresar un sentimiento del mundo que no es “moderno”. Véase la arquitectura clásico-moderna de la Universidad de Roma, o la del Foro de Mussolini. Se trata de obras menores, pero de obras muy logradas, y el espíritu que emana de ese esplendor no es la aridez de los rascacielos, sino la sustancia dura y luciente del espíritu antiguo: orden, medida, fuerza, disciplina y claridad.

Y vayamos a un arte menor, el cine. Aunque aquí haremos algunas reflexiones sueltas que pueden servir para encuadrar el problema. Todos pueden ver que El asedio del Alcázar es una buena película de propaganda fascista. Pero, en rigor, con el mismo lenguaje se podría haber hecho una epopeya antifascista. Hay por el contrario alguna escena del judío comunista Eisenstein (tengamos en mente algunos fotogramas de Iván el Terrible) que, por su misticismo nacionalista y autoritario, deben ser considerados “de derecha”. Así, es de notar que Fritz Lang, el director de Los Nibelungos, era un comunista convencido que abandonó Alemania con el advenimiento de Hitler. Pero pocas películas además de su obra maestra llegan a expresar la moral heroica, mística y pagana de la Alemania nacionalsocialista. Y Goebbels demostró una notable inteligencia cuando pensó en él para la dirección de la película del Congreso de Nüremberg. Aún un ejemplo más: Ingmar Bergman. Este autor no puede ciertamente considerarse “fascista” (si bien los comunistas lo intentaron en alguna ocasión). Pero en alguna de sus obras hay una potencia simbólica que –transportada al arte del dominio social– no puede por menos que ejercitar algunas sugerencias precisas que los adversarios definirían conscientemente como irracionales y fascistas. Tengamos presentes algunas escenas de El séptimo sello. Recuérdense los pasajes míticos y solemnes, la presencia de lo invisible en el corazón de lo visible y el drama del héroe. Aquí no se quiere pregonar ningún mensaje político, pero la impresión que el espectador recibe de ello, en conjunto, es completamente diferente de una impresión “democrática”, “social” o “humanista”.

Naturalmente, quien decide es el instinto. Quien es verdaderamente de derecha, quien esté interiormente marcado por tales valores, por un particular ethos, sabrá inmediatamente distinguir las impresiones artísticas que pertenecen a su mundo. Estética viene de aisthanomai, conocer por medio de sensaciones inmediatas.

Las consideraciones aquí desarrolladas no tienen un carácter sistemático. Se quiere sólo afrontar un problema, no definirlo. Por otra parte, en este campo son todavía suficientes las orientaciones generales. Desde aquello hasta esto, cada uno debe proceder según su conocimiento y capacidad.

Bastan unos pocos indicios para trazar la línea de desarrollo de una cultura de Derecha. Pero esta orientación abstracta comenzará a cobrar forma cuando todos y cada uno comiencen a escribir y a actuar.

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