La migración latina

[…]. Los Campos de Urnas se desbordan. Comienza la gran migración hacia el sur.

En Italia, los primeros Campos de Urnas aparecen a mediados del siglo XIII en las terramaras de las provincias de Parma, Piacenza, Mantua y Cremona. Se trata de asentamientos sobre pilotes construidas sobre la tierra firme, rectangulares o trapezoides, cortadas en ángulo recto por un cardo y un decumanus, subdivididas rigurosamente y con un espacio libre situado a oriente a modo de comitium. La severidad de la planta, las sobrias urnas lusacianas, depositadas unas junto a otras en la tierra desnuda, testimonian un espíritu severo y quiritario. Christopher Dawson (1943, 367) escribe: «El sentido de orden y disciplina social que trasluce de la propia forma de las terramaras con su rígida observancia de una única planta tradicional, parece preanunciar las análogas características del que será posteriormente el pueblo latino. El intenso espíritu social de la sociedad latina, un espíritu conservador, el instinto para el orden, así como el uso de la azada y de la medida lineal sugieren que hayan sido los herederos de un pueblo con un largo pasado sedentario y ordenado…». Esta cultura austera, de mentalidad rigurosa y casi geométrica, cuyas sobrias urnas que en el momento de su aparición en el Lacio poseen «solidez, tensión y una expresión casi metálica», penetra en la Italia central. Tras un trayecto cuyas estaciones principales son Villanova (junto a Bolonia), Pianello del Genga (junto a Fabriano), las acerías de Terni y Palombara Sabina alcanzan Etruria y los montes Albanos donde surgirá Alba Longa, madre de Roma.

Se trata de la migración de los latinos, seguidos por los vénetos que de cuando en cuando se mezclan con ellos: un antiquísimo Gau del Lacio prehistórico habría sido, según Plinio (Naturalis Historia III, 69), el de los venetulani. A este respecto, Franz Altheim (1940, 34) escribe: «También con este grupo migraron hacia el sur minorías ilíricas, en parte hasta losa asentamientos más recientes de la Italia central. Los venetulani y el topónimo Carventum parecen indicar que fueron los vénetos los que avanzaron hacia el sur junto a los latinos».

Las inscripciones de la Val Camonica atestiguan un dialecto del tipo latino-falisco, confinado en un valle alpino y residuo de la migración itálica. El término tiez se reencuentra en el latino dies, Iuvila en Julius (de Dyowlios), sanquos (genitivo) en Sancus, antigua divinidad, y tito (dativo) en tiro: una inscripción camuna como tito sanquos «genio Sancus», puede compararse directamente con las inscripciones faliscas del tipo titoi mercui «genio Mercui». En la propia Val Camonica las inscripciones rupestres presentan sorprendentes analogías con las inscripciones rupestres de Suecia: no sólo aparecen los mismos símbolos, las mismas figuras (el sol tirando por ciervos, el «portador del hacha», el «portador de la lanza» – las antiguas figuras de Odín o Thor o el latino Marte) sino también un idéntico estilo que esculpe las figuras como «figuras que portan» que está ligado a la mentalidad «tectónica» del Norte. Altheim (1940, 24-25) escribe: «En Bohuslän, en Ostergötland y en Val Camonica se renuncia a la gracia de líneas; ésta se evita sin ambages, mientras se rellena el perfil y se substituye el perfil desnudo por la ságoma. Igualmente, las transiciones son menos pronunciadas y los detalles trazados más fuertemente. Los miembros y el torso, la cabeza y los cuernos se distinguen clamadamente y son puestos de relieve en su forma específica… el hombre, que en las inscripciones rupestres de la Península Ibérica nordoccidental falta casi por completo, ostenta el lugar principal en el Norte escandinavo y en el Val Camonica. La difícil estructuración de la figura humana, que por primera vez intenta conseguir que destaquen las articulaciones, concebidas como elementos decisivos para la composición, hace que las inscripciones de los orígenes indoeuropeos aparezcan como precursoras del arte geométrico de Grecia, al menos como partes de un mismo género».

Algunas palabras latinas se relacionan únicamente con el antiguo nórdico: el latino os es comparable con el nórdico oss boca de río; el latino annus con el gótico athn; el latino sanctus con el nórdico sattr (desanthaz); el latino longaevus con el nórdico longaer. Estos términos enlazan directamente Escandinavia con el Lacio, sin la mediación del restante mundo germánico. Rudolf Much, quien ha subrayado este hecho (Much 1936, 549), ha puesto de relieve que tanto el latino auster como el noruego austr indican el sur y no el oeste como en el resto de las lenguas indoeuropeas, lo que se explicarían en Noruega por la especial orientación de los valles. Este mismo autor ha recordado que entre los hérulos de Odoacro se encontraban también rugios, originarios de Noruega, preguntándose si en la época de la migración latina no sucedió algo similar. Una nave nórdica está esculpida sobre las rocas camunas, habiéndose observado a menudo la semejanza del vocabulario marinero latino y germánico. El nombre del ciervo, el animal solar de Suecia y Val Camonica, aparece en el nombre del Brenta y de la mesápica Brindisi a través del ilírico brundon, que puede relacionarse con el noruego brund y con el sueco brind «cervatillo». El nombre del Adda, río próximo a la Val Camonica que desemboca en el Po en el área de las terramaras, es comparable al antiguo nombre del Óder (Ouiadoúas de vi-adu-as) y en un Adda subafluente del Sprea. No es difícil imaginar que grupos deliciosos del Bronce Nórdico hayan remontando con sus naves el curso del Óder mezclándose con la grosse Wanderung.

Las incisiones del Val Camonica desconocen las figuras femeninas características del antiguo Mediterráneo. Es un mundo de hombres el que se expresa en ellas: «No aparece la joven, al igual que la parturienta o la madre, falta la figura de la cría amamantada, que tanto en el arte cretense como en el egipcio había alcanzado una representación inmortal. En este arte nórdico e itálico es un espíritu completamente diferente el que se manifiesta. Frente al antiguo complejo cultural mediterráneo, femenino y naturista, se alza una civilización de pronunciados rasgos viriles. Esta civilización avanza hacia el sur» (Altheim 1940, 25-26).

La grosse Wanderung ha culminado el proceso de indoeuropeización iniciado mil años antes. De la antigua población mediterránea sólo conservan su individualidad etruscos y ligures, asentados sobre la vertiente tirrénica, menos expuesta a las invasiones. Sin embargo, tampoco Etruria ha sido impermeable a las corrientes indoeuropeas: el etrusco usil «sol» se explica a través del itálico auselo (en el nombre de la gens Aurelia «a sole dicta» y en el de los ausones), así como el etrusco aisar «dios» se liga a los nórdicos con asen mediante el véneto aisus. Por su parte, el antiguo mundo mediterráneo ha influenciado a su vez a los recién llegados: las palabras latinas gracilis, piger, niger, así como también amo, cupio, gemo, laus, fraus no se pueden explicar mediante etimologías indoeuropeas y son mediterráneas.

Bajo la disciplina itálica, el mundo de la plebe conservará largo tiempo su mundo de creencias y sentimientos. La cultura latina debe mucho a los etruscos: la casa romana no es el antiguo megaron representado en la Val Camonica y conservado en la Regia del Foro. Es la casa con atrium de los climas meridionales. Sin embargo, a los ojos de helenos y romanos, lo etruscos, con su matriarcado, su sensualidad, ora lúgubre ora vivaz y apasionada, aparecieron siempre fundamentalmente extraños, hasta el punto de hacer posible el nacimiento de la hipótesis de un origen oriental.

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