El misterio Etrusco

“El pueblo etrusco no solamente hablaba – afirma Zacharia Mayani –, también bromeaba, ironizaba, cantaba y exaltaba a sus dioses, rezaba y dirigía exhortaciones a las sombras de sus antepasados, enviaba misivas a Alejandro Magno, a Pirro y a Aníbal en su propia lengua, una lengua lacónica y vigorosa, pero no brusca”.

¿Quedará resuelto algún día el misterio etrusco? Y por cierto, ¿quiénes son los etruscos?

Los indoeuropeos alcanzaron la península itálica hacia el año 1200 antes de nuestra era, en plena edad del bronce. La fundación de Roma, que se atribuye a los umbros, está fechada el primero de abril del –753. Dos siglos más tarde, los romanos se volvieron violentamente contra los habitantes de Etruria, territorio situado entre la Umbría, la isla de Elba y el Lacio. Las más antiguas crónicas en latín relatan la guerra contra el rey etrusco Porsenna, en el –507, así como las gestas del tuerto Horacio Cocles y el manco Muncio Scaevola, en quienes Georges Dumezil ha visto unos “avatares históricos” que corresponden a los dioses germánicos Odín y Tyr.

Los etruscos fueron expulsados del sur de Italia en el año –471. Su capital, Veiés, es tomada en el –401. En el –261, un año antes de la primera guerra púnica, son definitivamente sometidos. Sicilia es conquistada en el –241.

Stendhal, a la sazón cónsul francés en Civitavecchia, se dejó seducir por la pasión etrusca. Escribía en 1834: “Quisiera vivir entre la resurrección de los etruscos“.

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Cabeza de guerrero (Necrópolis de Crocifisso del Tufo, Orvieto, Italia)

Hoy en día, los etruscos están “resucitando”. Dos tesis sobre el origen de este pueblo misterioso continúan enfrentándose. Para unos, los etruscos son los autóctonos, los descendientes de los supervivientes de la edad de la piedra itálica, y su lenguaje se pierde en la noche de los tiempos. Para los otros, que repiten la opinión de los antiguos (Tito Livio, Tácito, Herodoto, Plinio y Séneca), los etruscos son foráneos llegados a Italia entre los siglos XIII y VII antes de nuestra era.

¿Llegados de dónde? Del Asia Menor, dice Herodoto, y más particularmente de Lidia. “La observación de los rayos, el estudio de las vísceras de las víctimas por los auríspices, las costumbres rituales que forman parte esencial de la disciplina de los etruscos, se remiten inevitablemente al Oriente asiático” (Raymond Bloch, L’art et la civilisation étrusques, París 1955).

¿Hipótesis aventuradas?

El alfabeto etrusco, copia del alfabeto griego, no presenta dificultades particulares. La fonética es perfectamente conocida, gracias a los nombres de los dioses y de los héroes que figuran en las inscripciones votivas. Pero nuestros conocimientos de detienen aquí: podemos leer el etrusco sin comprenderlo.

Los investigadores disponen de más de 10.000 inscripciones, incluyendo al “libro de la momia” (1.500 palabras escritas sobre las vendas que envuelven una momia conservada en el museo de Zagreb). Pero las inscripciones suelen ser demasiado breves. Solamente han podido traducirse, hasta ahora, los nombres propios, los sustantivos de uso más corriente, como clan “hija”, puia “mujer”, lupu “muerte” etc. Desgraciadamente no disponemos de ningún documento bilingüe, como la célebre piedra de Roseta que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios.

Las hipótesis son legión. Los trabajos del profesor Pallotino, de la universidad de Roma, de Raymond Bloch y Michel Lejeune, por citar algunos, son bien conocidos. Pero los resultados son decepcionantes. El lingüista danés Louis Hjemslev, en su famoso libro sobre El lenguaje, renuncia a clasificar el etrusco en ninguna de las seis grandes familias lingüísticas del mundo. Solamente el vasco presenta un problema semejante.

En 1961, Zacharie Mayani, orientalista formado en la escuela de la Sorbona, publicó un estudio titulado Los etruscos comienzan a hablar.

Quienes batallan contra el reconocimiento del etrusco como lengua indoeuropea –asegura– se agitan bajo los efluvios de un prejuicio. No constituyen una escuela, sino una secta.

Hacia el año 1.300 antes de nuestra era, el Asia Menor egea (Jonia, Lidia, Anatolia, Frigia y Caria) estaba en parte poblada por tracios e ilirios llegados de los Balcanes. “Como los brigos de Macedonia, que en Anatolia pasaron a denominarse frigios. Y es en Anatolia donde una tradición retenida por Herodoto sitúa el punto de partida de los etruscos hacia Italia”. Los protoetruscos, consecuentemente, no serían otros que los “tursa”, tribu indoeuropea emigrante desde los Balcanes en los territorios de la actual Turquía durante la época de la guerra de Troya, que participaron en las grandes invasiones de los “pueblos del mar”, junto a quienes se lanzaron al asalto del Egipto de Ramsés III bajo la guía de una aristocracia llegada del Norte. Tras el fracaso, los “tursa” se replegaron primero sobre Sicilia, y después sobre Cerdeña y el noroeste de Italia. El mito de Eneas, relatado por Virgilio, que interviene como mito de fundación de la ciudad de Roma como antepasado de Rómulo y Remo, guardaría el recuerdo de este lejano periplo.

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Músico etrusco de la “Tumba del Triclinio”, en Tarquinia.

Para demostrar que el etrusco es un “dialecto balcánico arcaico”, Zacharie Mayani apela a tres razones: las palabras ilirias descubiertas hasta hoy que señalan a nombres de persona y lugar, las supervivencias dialectales de la lengua “ilirio-etrusca”, especialmente en Apulia, y finalmente la lengua albanesa.

“Albania – repite – no es sino la antigua Iliria del sur. Los albaneses han permanecido allí más o menos durante los dos últimos milenios. Numerosas palabras ilirias pueden descubrirse tanto en el etrusco como en el albanés. Estos elementos han de permitir, tras un largo estudio, la decodificación de la lengua etrusca”.

La obra contiene, además, un amplio glosario. El autor cita cientos de palabras etruscas como clen (“existir”, diferenciado del verbo “ser”, lo cual ocurre en muy pocas lenguas indoeuropeas, como el castellano y… el albanés), atranes (“los padres”), ja (“comer”), iu (“dios”), setirune (ternera), mir (“bello”), etc., y las correspondientes palabras albanesas que tienen el mismo sentido: klënë, atër, ha (con “h” aspirada), hie, shterunë, mir.

Mayani se lanzó enseguida al intento de descifrar ciertas inscripciones. Los resultados a los que llega corresponden bien poco con la idea tradicional que se ha tenido de los etruscos. Este pueblo que se decía grave, melancólico y triste, que no se preocupaba más que del culto a los muertos, en las inscripciones traducidas por Mayani se expresa con frases como: “Aquí está la vida”, “Recogemos madera para el fuego de la fiesta”, (pi peri snati bilidi), o “Emborráchate de vino y derrotarás a la enfermedad”.

La tesis del carácter indoeuropeo del etrusco no es exclusiva de Mayani. Ha sido también sostenida por F. Schachermeyer (Etrüskische Frühgeschichte, 1929), G. Buonamici (Studi etruschi, 1921), P. Kretschmer (Die Herkunft der Umbrer, 1933), Paulé, Muller, Deeke, etc. También es la que sostiene la sanscritóloga belga Inna Carnoy, autora de un importante Diccionario etimológico del protoindoeuropeo (1955), así como el filólogo americano Ernst Pulgral (The tonges of Italy) y, más recientemente, por el búlgaro Vladimir Georgiev.

A principios de 1971, la agencia Tass, de Moscú, anunció efectivamente que Georgiev “ha resuelto definitivamente el secreto de la lengua etrusca”, aunque no añadía nada más.

Vladimir Georgiev comenzó a estudiar el problema etrusco en 1941, en contacto con los investigadores italianos. Durante la década de 1960 publicó diversos artículos en la revista de la Academia de Sofía, Balkansko Ezikoznanie. Es también autor de una Introduzione alla storia delle lingue indoeuropee, publicada en Italia por la universidad de Roma (1966).

El interés de los trabajos de Georgiev reside en que no se fundan únicamente sobre la fonología, sino sobre todo en las estructuras morfológicas.

Según él, el etrusco sería una especie de “dialecto hitita tardío”, afirmación que puede aceptarse con ciertas reservas: el etrusco sería, finalmente, una forma tardía de una lengua indoeuropea del Asia Menor, de la cual el mismo hitita sería uno de sus dialectos.

Zacharie Mayani es tajante en sus conclusiones: “El pueblo etrusco, de carácter vivo y espontáneo, a despecho de los griegos y los latinos, fue uno de los pioneros de la civilización europea”.

[Trd. Santyago Rivas]

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Da oltre trent'anni, Alain de Benoist conduce metodicamente un lavoro di analisi e riflessione nel campo delle idee. Scrittore, giornalista, saggista, conferenziere, filosofo, ha pubblicato oltre 50 libri e più di 3000 articoli, oggi tradotti in una quindicina di lingue diverse. I suoi argomenti d'elezione sono la filosofia politica e la storia delle idee, ma è anche autore di numerose opere in materia di archeologia, tradizioni popolari, storia delle religioni e scienze umane.

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