El comunismo jerárquico

Sonia Michelacci, Il comunismo gerarchico El libro de Sonia Michelacci El comunismo jerárquico es la obra más completa publicado en Italia sobre el concepto de propiedad privada en el fascismo italiano y el nazismo alemán.

El prof. Luigi Lombardi Vallauri señala en el prólogo que este libro «permite que al profano educado evocar debates y contextos no obsoletos, guardados en el placard del olvido, un poco por razones ideológicas, un poco la tendencia de los historiadores de dejar para lo último las cuestiones jurídicas». En efecto, Sonia Michelacci ha realizado un trabajo muy valioso para aquellos que quieren aprender más sobre el tema. A partir de la Carta del Trabajo de 1927, la autora examina el debate que tuvo lugar en torno al tema de la propiedad privada en los años del régimen fascista. El principio de totalidad social que fue la base del fascismo significó un redimensionamiento del derecho a la propiedad privada que desembocaba en el vínculo de la función social de la propiedad, por lo que el propietario no debía limitarse a gozar del bien poseído, sino que debía utilizarlo para desarrollar la riqueza y la posibilidad de trabajo.

Esta concepción de la propiedad tenía antecedente en el pensamiento católico cuya considerable influencia en la cultura italiana no dejó de pesar en el debate. Tomás de Aquino ya había identificado para la propiedad un carácter personal respecto a la compra, y una naturaleza común con respecto a la utilización. Incluso al final del siglo XIX, el Papa León XIII, aunque con mayor mentalidad “burguesa” consideraba la propiedad privada como un derecho de la naturaleza, escribió en la Rerum Novarum, “el hombre no debe tener los bienes como propios, sino como comunes, de manera que fácilmente se puedan comunicar las necesidades de los demás”. Más tarde, en la conferencia de Ferrara en 1932, Ugo Spirito formuló la tesis de “la corporación propietaria”, que significaba una superación de la economía individualista que debía transformar el derecho de propiedad en sentido público, en la afirmación del superior valor ético de la revolución fascista. La tesis de Spirito, calificada como “herética” y sospechada de simpatías “bolcheviques”, fue dejado de lado, y el Código Civil de 1942 se estableció una concepción individualista burguesa de la propiedad privada, incluso aunque el propio Mussolini en sus escritos manifestase una cierta insatisfacción al respecto.

La segunda parte del libro está dedicado a la evolución que el tema ha tenido durante el período de la República de Salò. En esta el fascismo, y en los puntos del manifiesto republicano de Verona se lee: “La propiedad privada, fruto del trabajo y del ahorro individual, parte de de la personalidad humana, está garantizada por el Estado. Pero esta no debe convertirse en desintegradora de la personalidad física y moral de otros hombres, a través de la explotación de su trabajo”. También se consagra el derecho a la vivienda para todas las familias. En esta última fase del fascismo, entonces, hubo espacio para una revancha de las ideas del Ugo Spirito. En particular, se llevó a cabo la socialización de las empresas, lo que preveía la repartición de las utilidades entre los trabajadores, y su participación en los consejos de las fabricas, siempre en un contexto de valorización de la persona humana que marca una distancia inconmensurable del colectivismo marxista. En una prueba de lo peligroso que estas reformas eran para la ideología de izquierda, la autora recuerda que, cuando se llevó a cabo la votación para elegir a los representantes de los trabajadores de Fiat, el Partido Comunista Italiano amenazó con matar a los trabajadores que se unieran a la iniciativa, obteniendo el resultado a boicotear las urnas y ganandose las gracias de la familia Agnelli. Además, una vez que terminó la guerra, el CLNAI, a pesar de la hegemonía de los elementos socialistas y comunistas de la formación, inmediatamente decretó la abolición de la ley en las empresas sociales. Así que las ideologías liberales y marxistas, de común nacimiento dado por la Ilustración, se reunieron en un abrazo fraterno, y luego pretenderion entrar en conflicto con el fin de dar lugar a esa farsa que se llama “democracia”.

La tercera parte del libro está dedicada al concepto de propiedad privada en el nacional-socialismo alemán. El NSDAP se caracterizó desde el principio como un fenómeno etno-nacionalista, radical, sin la ambigüedad burguesa que caracterizó al fascismo. Así, en Alemania se abrió paso a una concepción de la propiedad en la que se redujo el derecho subjetivo de la persona a una mera posición jurídica: la posición de posibilidad del individuo atrapado en su función de miembro de la comunidad. El propietario es valorado no como un sujeto de derecho, sino como un miembro de la Volksgemeinschaft. Werner Sombart define eficazmente el nuevo concepto de la propiedad privada en estas palabras: “el derecho de propiedad no determina más las directivas de la economía; le toca en cambio a esta determinar la amplitud y naturaleza de derecho de propiedad”. En el nacionalsocialismo trabajadores y empleadores eran parte de una única organización en la cual formaban una comunión de pueblo-nación-raza dirigida a la superación de la lucha de clases. Para los trabajadores dependientes se reconoce por primera vez el derecho a vacaciones establecido por contrato, y la prohibición del despido sin causa justa. El ataque nazi se dirigió a la propiedad crediticia, que no es fruto del trabajo, sino de la usura: de esta manera se buscaba liberar al pueblo de la esclavitud del interés, al cual lo había arrojado las altas finanzas hebraicas. Se ve tambien en este caso que tan lejos estaba la concepción del ideal marxista de loa envidia, que en teoría debería dar a todos una cantidad igual, pero que realmente no da nada a nadie, porque sofoca el valor de la personalidad, en detrimento de todos. Por último, de especial interés en la legislación nazi ue el Instituto Nacional del Erbhof, es decir, el bien agrícola hereditario manejado por campesinos de pura raza germánica, también indivisible e inalienable, destinado a mantener la comunidad de la Tierra y la Sangre radicada en el territorio; la Erbhof, complementado por reglas claras de la inspiración feudal, era un instrumento jurídico para afirmar una idea orgánica de la totalidad social.

El excelente trabajo de Sonia Michelacci es una lectura particularmente útil en la era del turbocapitalismo devastador que caracteriza a la globalización. Aunque muchas de las condiciones sociales en que se desarrollaron las ideas en el libro hayan mutado, el debate en torno al significado de la propiedad privada puede sacar muchas ideas útiles de este brillante estudio.

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[Versione spagnola di Ali Arraez].

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Michele Fabbri ha scritto il libro di poesie Apocalisse 23 (Società Editrice Il Ponte Vecchio, 2003). Quella singolare raccolta di versi è stata ristampata più volte ed è stata tradotta in inglese, francese, spagnolo e portoghese. Dell’autore, tuttavia, si sono perse le tracce… www.michelefabbri.wordpress.com
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2 Responses

  1. michelefabbri
    | Rispondi

    E' un grande onore vedere un mio pezzo tradotto in una lingua straniera. Grazie mille Ali Arraez !

  2. DUDO MUCHO QUE NO EXISTIESEN COMPONENTES BURGUESES EN EL CONCEPTO JURÍDICO DE PROPIEDAD NACIONAL-SOCIALISTA ALEMÁN. LA GRAN INDUSTRIA CON COMPONENTE PROPIETARIO DEDICISIVO Y DECIDIDAMENTE PRIVADO Y LAS FINANZAS PRIVADAS TUVIERON UN JUEGO MAYOR EN EL NAZISMO QUE EN EL FASCISMO Y QUE EN EL FRANQUISMO

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